Vayamos a revisar un poco la historia y este concepto del amor.

Esta expresión surge, casualmente como muchas otras cosas, en la Antigua Grecia. Platón decía que los seres humanos eran originalmente seres completos y poderosos. Entonces, los dioses, temiendo su fuerza, los partieron por la mitad. A partir de ahí, cada persona busca a “su otra mitad” para llenar ese vacío y sentirse completa.

Mucho tiempo después, durante el Romanticismo (siglo XVIII, ¡holaaaa, mucho tiempo atrás!), se retoma esta idea con fuerza. En ese contexto, se empieza a escribir intensamente (en novelas, obras de teatro, poesía y música) sobre un amor idealizado, eterno, absoluto y “predestinado”.

Hoy sabemos que el amor no es predestinado, no es perfecto y, mucho menos, eterno. El destino de una relación de pareja no está escrito sobre piedra. Sabemos que al amor hay que elegirlo todos los días. Se elige con quién compartir la vida. No se elige una vez y listo; se elige día a día.

¿Por qué?

Porque, como me dijo una gran terapeuta una vez… El amor tiene condiciones. No existe el amor incondicional en el terreno de lo sano. El amor sano tiene límites, tiene acuerdos, tiene condiciones. Y esas condiciones son muy personales: son nuestros “no negociables”.

¿Alguna vez te pusiste a pensar cuáles son tus «no negociables» a la hora de elegir pareja? ¿Y cuáles son esas cosas que podés negociar?

Por supuesto, no podemos pretender que exista alguien que sea “perfecto” para nosotras. Justamente porque la idea de la media naranja es una metáfora romántica que sonó linda durante muchos años, pero que se aleja bastante de la realidad. 

Dentro de esa “no perfección” entran aquellas cosas que sí podemos negociar. Lo que estamos dispuestas a ceder, a trabajar, porque los motivos que nos acercan a la otra persona siguen siendo más fuertes que aquello que nos molesta.

¿Alguna vez dudaste de quién te acompaña? Está bueno revisar estas cuestiones, y también saber que es algo normal. Las personas evolucionamos, crecemos. La «llama del amor» no puede estar encendida todo el tiempo. Por eso, cada tanto viene bien volver a las bases y preguntarnos: ¿qué me hace elegir, hoy, a esta persona?

¿Y qué pasa cuando sabemos que “ya no va más”? ¿Te pasó alguna vez? Yo creo que es de las sensaciones más angustiantes que hay. Es como una presión constante en el pecho, una especie de tristeza silenciosa que se instala.

John Gottman habla de cuatro patrones que, cuando aparecen con frecuencia en una relación, predicen la separación. Él los llama los “Cuatro Jinetes del Apocalipsis del Amor”:

Crítica: No es lo mismo que una queja puntual; es atacar la personalidad o el carácter del otro.
Desprecio: Burlas, sarcasmos, actitudes de superioridad que van erosionando el respeto.
Actitud defensiva: Responder con excusas o contraataques en lugar de asumir responsabilidad.
Obstruccionismo: Retirarse emocionalmente, dejar de comunicarse, levantar una barrera.

Cuando uno o más de estos jinetes aparecen y se vuelven moneda corriente, es una señal fuerte de que algo se está rompiendo.

Entonces… ¿cómo saber cuándo “ya no va más”?

Tal vez no hay una sola respuesta. A veces el amor se transforma, otras veces se termina. A veces duele seguir, y otras veces duele más soltar. Pero si estamos dispuestas a mirar con honestidad —sin romanticismos ni presiones de nuestro entorno— tal vez podamos reconocer cuándo estamos eligiendo desde el amor, y cuándo desde el miedo o la costumbre.

El amor no siempre es suficiente, pero la claridad, el respeto y la coherencia con una misma… sí lo son.

Revisarnos, preguntarnos, incomodarnos, también es parte de amar. 

Autora: Belén Carriquiri

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