Hace poco di una clase en la Universidad para mis alumnos de la carrera de Publicidad. El tema era Design Thinking… y me voló la cabeza.
Además de ser una herramienta súper útil para diseñar campañas publicitarias, pensé: “¡Qué bueno sería aplicar esto a nuestra propia vida!” Ya sea en un emprendimiento, un servicio, una relación o incluso para resolver un problema personal.
El Design Thinking es una metodología ágil para resolver problemas. Su objetivo es entender las necesidades reales del usuario (puede ser un cliente, un consumidor… ¿y por qué no, una misma?) y diseñar soluciones a medida, que sean útiles, cómodas y efectivas.
El primer paso es empatizar: ponerse en el lugar del otro, comprender qué necesita, qué lo frustra, qué le resulta más cómodo.
A partir de ahí, se rediseña el producto o servicio con la intención de que funcione mejor para la persona que lo usa.
Es decir, se modifica lo que veníamos haciendo para aspirar a algo mejor. Algo más alineado con las personas, más real, más humano.
Vamos con un ejemplo:
Diseñás unas zapatillas que son muy “cancheras”, pero tus usuarios empiezan a decir que son incómodas.
El enfoque tradicional pensaría: “El diseño está bueno, ya se van a acostumbrar”.
Pero, el Design Thinking propone algo distinto: escuchar el feedback, entender qué no está funcionando y rediseñar en base a eso. Adaptar el producto a las necesidades reales, no al revés.
Ahí está la clave del proceso: el feedback. Porque no se trata de lanzar una idea perfecta, sino de crear, probar, aprender, ajustar… y volver a intentar.
¿Y si aplicáramos el Design Thinking a nuestra vida?
Acá te dejo los 5 pasos del Design Thinking, pero traducidos al plano personal:
1. Empatizar
Antes que nada, escuchate. Validá lo que sentís. Sé honesta con vos misma.
Preguntate:
¿Esto que estoy haciendo me sirve? ¿Me resulta cómodo? ¿Lo hago por deseo o por costumbre?
2. Definir el problema
Poné en palabras lo que te incomoda.
No generalices con un “estoy mal”, tratá de precisar:
“Estoy agotada porque trabajo más horas de las que puedo sostener”,
“Me siento sola desde que me mudé”.
3. Idear
Abrí la mente. Escribí todas las ideas posibles para cambiar eso que no te hace bien.
No juzgues, no edites. Anotá incluso las más locas o inverosímiles.
¿Y si cambio de espacio? ¿Y si pido ayuda? ¿Y si me anoto en algo nuevo?
4. Prototipar
Elegí una idea y empezá a probar. No tiene que ser perfecta ni definitiva.
¿Qué pasa si esta semana cambio el ritmo? ¿Y si ajusto solo una parte de mi rutina?
5. Testear
Ponelo en práctica y observá qué pasa.
¿Te sentís mejor? ¿Más tranquila? ¿Funciona o hay que ajustar?
¿Te cuesta volver a empezar? ¿Revolver el mazo, mezclar las cartas y volver a repartir?
El Design Thinking es una herramienta que te puede ayudar, pero, no solo eso, sino que también te invita a ver la flexibilidad, el error y el cambio no como fracasos, sino como parte de la vida. Como señales que te acercan a soluciones más auténticas, más tuyas.
Cada vez que te confundas o te sientas frustrada tenes la oportunidad de estar más cerca de encontrar una forma de vivir que te haga bien de verdad.
Autora: Belén Carriquiri