«Me hottea que me mande mensajes sexys», me dijo una consultante en una sesión, donde tuve que interrumpir y preguntar por esa expresión. Hottea viene de «hot» en inglés, que significa «caliente», y «hottea» vendría a ser «me gusta».

En la era del hotteo y el coqueteo cibernético, es frecuente utilizar el móvil como una suerte de «juego previo».

Las prácticas de «sexting» y el envío de «nudes» se han convertido en una estrategia común entre los vínculos sexo afectivos para mantener la sensualidad y la intimidad en sus relaciones. Según estudios recientes, muchas parejas utilizan estas prácticas como una forma de mantener la conexión emocional y sexual activa, especialmente en situaciones donde la distancia física puede ser un obstáculo.

Un estudio publicado en el Archives of Sexual Behavior concluye que el sexting puede tener efectos positivos en la satisfacción de la relación cuando se practica de manera consensuada y respetuosa. Se demostró que las parejas que participan en sexting informan niveles más altos de satisfacción sexual y emocional, lo que refuerza el vínculo y la confianza​.

Otra consultante, Flora, me contó que muchas veces no envía estas fotos, pero el hecho de sacárselas la hace sentir sexy y la empodera. Observarnos a nosotras mismas y jugar con nuestra sensualidad puede ayudarnos a estimular este eje de nuestra relación con nuestro cuerpo.

Cuando entramos en este interjuego de comunicación, puede resultar un condimento elegido por muchas personas y satisfactorio. El problema surge cuando recibimos un mensaje que no pedimos.

Recibir contenido sexual sin consentimiento, fuera de un contexto de confianza y cuidado, definitivamente NO hottea a nadie.

Quien me lea, quisiera aclarar: el hostigamiento con fotos o contenido sexual es una forma de abuso. 

Hace unas semanas, Candelaria, otra consultante, me comentó que comenzó una charla casual con un compañero del trabajo. Entre mensajes que iban y venían, él le pidió que le mandara fotos sexuales, a lo que ella respondió con un rotundo no. Ante su insistencia, ella decidió dejar de responder. La no respuesta en este contexto es comunicación. Demuestra falta de interés. Pasaron los días y esta persona no solo siguió mandándole mensajes por WhatsApp, sino también por sus redes. En estos mensajes había fotos sexuales que ella nunca había pedido.

Candelaria denunció a su compañero en su empresa por comportamiento inapropiado y acoso sexual. ¿Cuál fue la resolución? Absolutamente nada.

Candelaria me cuenta que antes de que le dieran respuesta sintió culpa. Se preguntó si podría dejar a X sin trabajo por esta denuncia. A lo que le pregunté: «¿Denunciarías a alguien si lo vieras robar?» Muy decidida me respondió: «Por supuesto».

Lamentablemente, en esta ocasión no hubo medidas ante la denuncia de Candelaria. Sin embargo, tras poder elaborarlo, para ella fue completamente significativo. Se animó a hablar, se animó a nombrar las cosas por su nombre.

Hoy me gustaría aplaudir a Candelaria por su valentía y concientizar al resto de las mujeres y hombres. Hablar de este tema, en donde mucha gente puede considerar que hay “grises”, me gustaría traer una frase que me decía mi abuela: “Nuestra libertad termina donde empieza la libertad del otro”.

 

Autora: Belén Carriquiri