Hace un par de años descubrí un nuevo hobby. Salir a correr.
Lo irónico es que para mi correr es no correr.
Me la paso corriendo. De sesión en sesión. Del consultorio a la facultad a dar clases.
Hace unos años me di cuenta que hasta para ponerme crema me apuraba.
Desde ahí intento recordarme siempre que puedo “que nadie me apura”. Que intente con toda mi fuerza de vivir en el momento. Ahora. Sin correr.
Cuando corro no corro. Estoy ahí, conmigo misma y con la música que me acompaña. En ese momento.
Cómo me gusta salir a correr cuando no tengo nada más que hacer. Solo eso. Correr.
Hay un momento en la corrida, después de que le gané a la respiración de un bulldog francés que suelo tener el primer tramo de la carrera… que soy feliz.
Me conecto con mi sentido del olfato y pasa que en la ciudad también podés respirar olor a flores o pasto recién cortado. Un vientito salvador que limpia mi agitación…
No hace falta salir a correr para no correr. Podemos implementar esto en nuestro día a día.
“Cuando me reciba voy a hacer ese viaje…”
“Cuando me ponga en pareja voy a poder disfrutar mis fines de semana”
“Cuando me mude voy a organizar mi alimentación”
¿Vos también te estás postergando como cuando posponemos la alarma que suena a la mañana y no queremos salir de la cama?
Muchas veces sentí que estaba corriendo en una cinta, como en el gimnasio. Con la sensación de que si frenaba o daba un paso en falso podía lastimarme. Tenía miedo a frenar.
Y es que, en ese miedo a frenar, también nos postergamos. Nos llenamos de promesas para “después”.
Te invito a que frenes y te des cuenta que el mundo sigue. Y vos también.
Porque no hace falta correr para llegar a donde queres.
Autora: Belén Carriquiri