Algunos días la desesperanza juega cartas en el asunto y me inunda los jardines de margaritas.
Sucede que de repente estoy en medio de una tempestad. Lo que ayer era una nave rompehielos hoy es una simple balsa de madera intentando resistir la marea. Porque a veces nuestros recursos (externos e internos) se debilitan.
Trato de aferrarme con toda mi fuerza pero en algún punto necesito dejar de remar y simplemente flotar.
La aceptación de lo incontrolable en el caos.
Qué magnitud tiene el mar. Tan profundo, tan eterno. Las olas gigantescas me revuelven, trago algo de agua, giro y doy vueltas al azar del viento. En algún punto pierdo la consciencia después de haber experimentado una gran desesperación.
De pronto abro los ojos. No puedo dar explicación de cómo llegué a la orilla, quizás todavía me queden más travesías en tierra firme.
Estoy cansada así que decido acostarme en la arena. Pero, hay algo que me encandila y me doy cuenta de que es el sol. La estrella de fuego se esconde tras el océano y sé con certeza que es de los escenarios más hermosos que el mundo nos ofrece. Disfruto los colores naranjas y rosas mientras los dedos de mis pies se hunden en la arena.
Comprendo cómo tantos antes que yo han escrito sobre este espectáculo de la naturaleza. Medito y llego a la conclusión de que esto sucede cada día de la vida, incondicionalmente.
¿Dónde estoy en esta vida si no es viendo atardeceres?
Si tan solo pudieras verlo conmigo, lo admirarías tanto como yo. Me pregunto si vos realmente existís o te decoro con lo que leí en algún poema o canté de algún verso.
Siento algo suave que me cosquillea la mano y cuando quiero ver de qué se trata, la veo. Una margarita. Les juro que tenía cara de burlona. Sonrío y sigo contemplando el cielo mientras aparecen las primeras estrellas.
La margarita que aparece, casi como un susurro burlón de la vida, es una forma de recordarnos la importancia de la conexión con lo que nos rodea, incluso en los momentos más oscuros. La flor, con su presencia sencilla, evoca la importancia de detenernos a observar y sentir. A veces, la vida nos lanza pequeños mensajes de esperanza que pueden parecer insignificantes, pero que tienen el poder de devolvernos la sonrisa y el propósito.
La depresión es una expresión máxima de desesperanza, del futuro, del mundo y de vos misma. A veces te encuentra en el medio de la acción y no como nos imaginamos, tumbadas en la cama.
Hay otra forma de vivirla, no solamente luchando contra ella o acostumbrándonos a seguir remando, sintiendo el mundo en contra nuestro.
Te invito a pedir ayuda.
Yo también he puesto mucho esfuerzo en algún proyecto que salió truncado, he sentido la desesperación de la incertidumbre tan inmensa como el mar y me ha tocado aceptar la realidad tal como se presenta en lugar de remar contra ella. Solo así podrás recobrar fuerzas y detenerte a admirar la belleza, reencontrarte con la magia y volver a tu esencia.
Autora: Belén Carriquiri