Cuando menos se dieron cuenta, todos en la familia de quienes padecen algún trastorno de la conducta alimentaria, se encuentran así. Puedo imaginar al TCA acomodado en un sillón como esos que usan los reyes, con un séquito de personas a su al rededor: algunos dándole de comer uvas en la boca, otros abanicándolo y otros, porque no, besándole los pies. Esto no se hace a propósito, son intentos desesperados por querer arrancarlo pero que sin ayuda profesional será muy difícil de lograr, porque si hay algo que se pierde desde adentro es la perspectiva.

“No se cuando pasó esto” “En qué momento?” “Qué hicimos mal?”

Son algunas de las innumerables preguntas que salen de las bocas de padres en salas de esperas de sanatorios u hospitales. Se encuentran allí sentados en los sillones ubicados en pasillos blancos. Sillones que nada tienen que ver con el sillon en el que se sienta el TCA. Estos no portan a reyes sino a humanidades ojerosas, desgarradas, ya sin alma, ya casi sin cuerpo. Porque así es el TCA en su grado más severo: arrasa a todos los que encuentra a su paso. Familiares, amigos y a quien lo padece en carne propia lo tiene encerrado en una jaula donde prima todo menos la lucidez. Mientras desgarra, él se alimenta. Se hace gigante y no come justamente comida: come la cabeza, come las ilusiones, come los proyectos. Come, al fin y al cabo, come. Y mientras lo hace, deja a todos pausados de la vida, sumidos en la absoluta desesperación.

Ahora… ¿Qué es el trastorno de la conducta alimentaria?

Si lo tengo que definir desde un punto de vista médico/objetivo voy a decir que es una afección grave que se relaciona con las conductas alimentarias que inciden negativa (y gravemente) en la salud, las emociones y la capacidad de que, quien lo padece, se desempeñe en áreas importantes de la vida.

Claro, si lo defino desde las voces de mis consultantes, se hace mas terrible.

Desde la voz de Flor voy a decir que es una cárcel que no te deja decidir nada. Si uso la de Vani, te cuento que te quita todo hasta dejarte completamente aislada del mundo. Si tomo la experiencia de Cata expreso que es lo que eligió para no disfrutar de la vida porque no se sentía merecedora de hacerlo. Vero te aconsejaría que si ves que se avecina un trastorno de la conducta alimentaria, que te quedes del otro lado y que no saltes por ese precipicio, porque si bien promete ser negro, nunca nunca muestra la oscuridad en la que te sumerge.

Al principio es como una fortaleza que uno mismo crea pero después se termina convirtiendo en una cárcel en donde no pones las reglas ni tomas las decisiones. Ya no es un muro que te protege sino que te quedas encerrada en el. Aceptas (si te engañas) que de verdad es tu lugar y que fuera de él no te vas a sentir mejor. Una vez que pones solo un dedo del pie fuera de esa cárcel te das cuenta que es un infierno.

Y así se empieza, típicamente dejando de comer harinas, después los azúcares, luego la proteína, hasta que en muchos casos se deja de comer por completo. También se deja de consumir agua, porque claro, llega un punto en que el agua también engorda. Y ahí está esa voz comando que te digita la vida “No comas eso” “No ves que estas gorda pesando casi 40kg? No podes llegar al cuarenta y..” “No vayas a ese cumpleaños porque va a haber mucha comida” “Así nunca vas a tener las piernas de Tini” “¿Cómo que tengo que superar la barrera de los 30kg para salir de la internación? Si con 33kg podía hacer mi vida normal” “¿Qué van a decir de vos si aumentas de peso? ¿Quién te va a elegir así?”

Desactivar, como familiares y amigos, la megalomanía del TCA es complejo. Es un camino largo, con altibajos casi constantes, para el que hay que desarrollar una paciencia casi infinita. En el trayecto del horror se vuelven todos aprendices, desarrollan el arte de engañarlo, de prestar sus ojos despiertos a quien lo padece para que salga de la pesadilla. Pesadilla que su voz en la cabeza se la vende como un sueño digno de quienes habitan en Hollywood.

El TCA es un pasajero complejo que se presenta muchas veces con hostilidad, con malos tratos para quienes ejercen como figuras de ayuda, de red de contención. Hay que ser valiente para estar al lado, hay que saber que quien habla, cuando las cosas se ponen feas y poco rígidas, en realidad, no es Vani, no es Cata no es Flor. Es el TCA que les ha quitado hasta la propia voz. La voz, la vista, todos los sentidos. Principalmente el sentido común. Te despoja hasta del alma.

Te hace tocar fondo y lo único posible luego de tocar fondo es hacer pie y saltar para arriba.

 

Autora: Mariana Romero

Foto de Tamas Pap en Unsplash